Siempre transmito a mis parejas que la sesión de Preboda va mucho más allá de un simple trámite; tiene un significado profundo para mi. Es un recuerdo imperecedero y una experiencia que perdurará en el tiempo, brindándoles confianza y facilitando la captura de los momentos especiales de su boda de la manera más natural. A través de estas sesiones de preboda, construimos una conexión valiosa al sentirnos más cómodos frente a la cámara y al conocernos en un nivel más personal.
Manuel y Marta se sumergieron de lleno en la preparación de su sesión de preboda. Estaban dispuestos a todo. De hecho, fueron ellos quienes sugirieron trasladarnos a Villares de Saz (Cuenca), donde disfrutamos de una tarde mágica inmersos en campos de lavanda y girasoles, creando así el escenario perfecto para su reportaje de preboda. Me puse manos a la obra para organizar cada detalle, sugiriendo distintos atuendos, explorando locaciones horas antes para las mejores y estudiando la disposición de la puesta de sol, a fin de capturarlos bañados en la luz dorada del atardecer.
En resumen, mi objetivo era que todo saliera impecable, sin pasar por alto ningún detalle. Y, en verdad, la perfección fue alcanzada. Esta es una de esas sesiones de preboda que captura por completo mi corazón y siento una inmensa gratitud hacia Manuel y Marta, quienes se sumergieron en la experiencia con alegría, y quedaron encantados con los resultados obtenidos.
















